viernes, 14 de agosto de 2009

El concepto de libertad: Sor Juana Inés de la Cruz, José Martí, Rubén Dario y José Hernández.





De cuanto se ha escrito, y tanto, la poesía más marcada por la confluencia de pueblos y culturas colonizadoras es la poesía latinoamericana. Muchas han sido sus vertientes, también su postura ante las constantes luchas que ha debido pasar el hombre americano, estas influencias se presentan, por una parte por la herencia milenaria de los pueblos precolombinos su cultura, sus lenguas, sus mitos, en fin su historia, y, por otro lado, la llegada de seres extraños que con espejos en la frente y una cruz en la mano parecían mostrar el camino que debían seguir, a partir de ese momento. El camino no fue fácil, muchos fueron los límites que el hombre debió superar. La llegada del viejo mundo a América provocó serias grietas en la propia identidad de los pueblos y en su dignidad.

Así, la literatura se fue abriendo paso en la medida en que iba identificando las ataduras que se le imponían, en la medida que iba descubriendo su propia identidad en los elementos autóctonos, en la medida que fue distinguiendo los elementos foráneos. Logra, a raíz de estos puntos, conseguir la tan preciada libertad, pero de qué forma se sustenta esta libertad, seguramente del dolor como forma de expresión y como signo cultural, también de una profunda rebeldía ante el peso de los afanes imperialistas. La literatura como fruto de un mestizaje se transforma en un sistema cosmopolita de signos integrados y comprendidos por los artistas y llevados al vulgo con una gran originalidad de expresión.

En cuanto a la poesía consideramos sus frutos como la síntesis de un conglomerado de estructuras y contenidos que dialogan con lo propio y lo de afuera. El poeta adopta las técnicas y las dispone para manifestar su propia expresión. Esta libertad de la que se siente poseedor lo lleva a crear nuevas, a partir de lo antiguo y de lo contingente. Es, sin lugar a dudas, la libertad el impulso y vigor que une a los poetas de nuestro continente en un sentimiento que se manifiesta en cada sílaba expresada.

La libertad de Sor Juana Inés de la Cruz
En Sor Juana la libertad se presenta en cada línea que escribe, toma el conceptismo, como expresión artificiosa, lo degusta y le da nueva vida con los temas que más se acercan a su personal forma de ver el mundo, pero también es capaz de utilizar el lenguaje para lograr ciertos efectos en el lector, quizás este sea su más prolífica expresión de la soltura y el notable dominio del oficio que le es propio. Sor Juana no teme en alzar la voz si siente afectada su libertad, al contrario, lo hace saber y lo presenta con una elegancia y erudición sorprendente.
En efecto, si intentamos adentrarnos en los poemas de Sor Juana debemos considerar, en una primera instancia, que no nos encontramos ante una poesía de orden místico, si bien en su espacio de creación artística cultivó el tema sacro y enfatizó los misterios de la Fe, su especial notoriedad se ubica en la poesía profana y filosófica. En este sentido no es raro ver a una religiosa preocupada en criticar la moral de la sociedad de entonces, en poner de relieve todas las batallas y persecuciones que encarna la mujer o en abordar el tema del amor en todas las fases por las que atraviesa.

Todas estas inquietudes son expresadas en un arte crítico e intelectual, acentuado en mecanismos artificiosos con la utilización de juegos conceptuales, latinismos y arcaísmos, pero en su agudeza, Sor Juana hace que las palabras que expone digan más de lo que generalmente dicen, pues exploran los sentidos o los significados ocultos que el vulgo en general olvida. En lo mejor de su lírica encontramos romances, redondillas, liras y sonetos con versos que manifiestan un acusado temple barroco cuyo centro es la gracia intelectual.

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
Como en tu rostro y tus acciones vía
Que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
mi Amor, que en mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste;
No te atormenten más celos tiranos,
Ni el vil recelo tu quietud contraste
Con sombras necias, con indicios vanos,
Pues ya en líquido humor viste y tocaste
Mi corazón deshecho entre tus, manos.

Los sonetos de Sor Juana son igualmente trabajados, lógicos e intelectuales, con posiciones que transparentan una personalidad autoanalítica y enigmática, logrando tonos irónicos, pero también de una profunda inquietud metafísica.

En su obra cúlmine Primero sueño, cuyo título polisémico no excluye ninguna significación, nos sitúa frente a un alma que viaja por el cosmos en busca de sí misma, los recursos que emplea en su escritura son de un estilo conceptista que recuerdan a grandes exponentes de la literatura barroca, pero su intelectualismo abruma al lector, pues en su espacio de existencia la abstracción se presenta en figuras geométricas, círculos y líneas que construyen elementos celestiales que participan en una misteriosa armonía.

(…) óyeme sordo, pues me quejo muda.
El sueño todo, en fin, lo poseía;
Todo, en fin, el silencio lo ocupaba…
Primero Sueño

Sor Juana describe el mundo a través de los conceptos y de figuras mentales. Esta obra recoge la herencia literaria y filosófica del Medioevo, del Renacimiento y del Barroco, toda la cultura que la autora asimiló en su vida. Los rasgos artificiosos aparecen por doquier si prestamos atención a los latinismos, neologismos y a las antítesis paradojales y, frente a esto a su sutil agudeza en el manejo de conceptos con todas las significaciones que ellos presenten.

Una expresión de lo auténtico de Sor Juana aparece en su Respuesta a Sor Filotea
[1] de la Cruz que fue escrita tras la petición que hiciera el obispo de Puebla, para que la monja dejara de escribir y abandonase a los filósofos y se dedicara mejor a sus oficios religiosos. Sor Juana se tardó un año en elaborar su respuesta en un acto de rebeldía. Como una estratega inició su carta con un agradecimiento hacia Sor Filotea (el obispo), cautamente quería exponer lo que pensaba, pues no quería tener problemas con la autoridad eclesiástica, pero tampoco quería traicionarse a sí misma.

“Y a la verdad, yo nunca he escrito sino violentada y forzada, y sólo por dar gusto a otros; no sólo sin complacencia sino con positiva repugnancia, porque nunca he juzgado de mí que tenga el caudal de letras e ingenio que pide la obligación de quien escribe, y así en la ordinaria respuesta a lo que me instan (y más si es asunto sagrado): ¿Qué entendimiento tengo yo, que estudio, qué materiales, ni qué noticias para eso sino cuatro bachillerías superficiales? Dejen eso para quien lo entienda, que yo no quiero ruido con el Santo Oficio, (…) Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar, que fuere en mí desmedida soberbia, sino sólo por ver si con estudiar ignoro menos. Así lo respondo y así lo siento”. (op. cit. Pág.256 )

Confiesa de una manera muy espontánea su interés por el conocimiento y el ansia por el saber intelectual, plasmando a la vez su angustia ante la persecución e inicia sin atacar su autodefensa. Expone su parecer respecto al tema de la mujer y su discriminación en el área intelectual, apoyándose, para esto, de citas de conocidos eruditos, en rigor ella desea que la dejen continuar como escritora, pues lo considera un don.

“Claro está que esto no se debe entender con todas, sino con aquellas a quienes hubiere Dios dotado de especial virtud y prudencia, y que fueren muy provectas y eruditas y tuvieren el talento y requisitos necesarios necesarios para tan sagrado empleo. Y esto es tan justo, que no sólo a las mujeres (que por tan ineptas están tenidas), sino a los hombres (que con sólo serlo piensan que son sabios) se habría de prohibir la interpretación de las Sagradas Letras.”(op. cit. Pág. 281)

Sor Juana se vale de tratamientos altisonantes con hábiles comparaciones y contrastes que logren el efecto deseado en el lector, hacer saber que no es una mujer inculta y que se maneja perfectamente bien en términos de escritura y comprensión de las leyes cósmicas que rigen el universo y todo esto lo expone con agudeza y con recursos estilísticos que translucen su erudición, pero siempre develando lo que pensaba de una manera muy franca.

Estos dos rasgos, al parecer irreconciliables, de expresión artificiosa y autenticidad confluyen sobre la base de un conceptismo que sería erróneo tratarlo de imitativo, pues este recurso no pertenece a un movimiento o a un momento dado por la historia sino al escritor mismo, se trata, pues, de una técnica especial que intenta utilizar las palabras con toda la gama de significaciones que posea, los pares de oposiciones muy frecuentes en su obra poética actúan sobre una serie de distinciones que la propia artista realiza. Sin embargo, estos recursos no nos ofrecen límites, ya que las palabras se desplazan con gran soltura y maestría en la forma y en el contenido, los límites de la métrica nos parecen irrisorios ante la cadencia de sus versos, los latinismos que ocupa no fuerzan los textos y siempre responden a una visión integradora de la escritora ante toda la cultura que fue asimilando.

“Pues si vuelco los ojos a la tan perseguida habilidad de hacer versos, que en mí es tan natural que aun me violento para que esta carta no lo sean – y pudiera decir aquello de quidquid conabar dicere versus erat- viéndola condenar a tantos tanto y acriminar he buscado muy de propósito cuál sea el daño que puedan tener, y no lo he hallado…” (op. cit. Pá. 290)

Su expresión de autenticidad no tiene fronteras, al contrario se desborda de una originalidad que se apoya en la propia personalidad de Sor Juana, pues su misma vida estaba llena de sinceridad y franqueza, nunca quiso traicionar a nadie sino mostrar su propia impresión del mundo y la manera en que a sí se ve.
Sor Juana ha sabido luchar en un mundo que poco confía en el ingenio e inteligencia de una mujer, pero más allá de esto Sor Juana mantuvo aquello que la distinguía, su entereza, que le dio confianza ante cualquier viento amenazador, pues no cedió ante las ordenes superiores ni dudó en continuar siendo la hábil artífice que fue.

La libertad de José Martí

En José Martí encontramos una figura cuya patria es toda hispanoamérica. Sus versos surgen del corazón es un ser sincero, como el mismo lo dice y se expresa, a partir de la sencillez, es ahí donde encuentra su más cara libertad. Se trata de una sencillez con valor estético y populista, él quiere que sus poemas lleguen al pueblo, que sepa lo que él piensa como ser humano y todo lo va traduciendo con una profunda sinceridad, que lo libera y lo dota de un estilo a la vez coherente y eficaz.

El hombre Martí es esencialmente un hombre veraz, un político que vive en el destierro en una lucha prodigiosamente activa por sus ideales. Y a cerca de esta figura Gabriela Mistral preparó un estudio, donde lo que ella le debe a Martí no sólo en términos literarios sino como persona.
En cuanto a lo literario Mistral se interesa por la sinceridad de Martí, sinceridad que él mismo expresa en el prefacio, donde comenta cómo surgieron sus Versos sencillos, y nos dice que le salieron del corazón, esta simple declaración tan humana nos revela un hombre que no oculta sus emociones, no disfraza el sentimiento, al contrario, lo desnuda, y lo saca a fuera con una naturalidad pura. Para Gabriela Mistral la sinceridad implicaría ser igual a sí mismo y esto se manifestaría en sus poemas, no necesita las alegorías lujosas para expresarse sino las líneas simples, rápidas, casi cantables, pues la época pesa fuertemente sobre el poeta y este debe distinguir su verdad de todas las palabras engañosas que lo rodean.

Su estética es accesible a todos no está reservada a un grupo reducido de lectores sino a quién quiera aproximarse a su obra. Escribió en lengua popular, el octosílabo de la copla criolla un metro que pedía sencillez, porque amaba el pueblo, escribía para el y quería que su obra llegase a él. En Martí encontramos una seguridad lingüística, pues quiere integrar en su escritura todo el idioma: neologismos, arcaismos, cubanismos, etc. Quiere, en fin, incorporar el léxico de la cultura hispanoamericana. Pero, no sólo es el lexicalismo un detalle importante, sino también, la sensibilidad sensorial expresada o la necesidad de que todos los sentidos formen parte de su obra, hablar de sí mismo con todo su ser, sin exclusión.

Gabriela Mistral nos dice que la sencillez de Martí no es la facilidad del primer plano o por ahorrar hondura sino donde se disuelve una experiencia grande del mundo, una sencillez hecha de sabiduría del mundo y, también del alma. No se trata de una prefabricación de la sencillez sino de la emersión espontánea de la simpleza y naturalidad clásica.

“Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.”

José Martí invitó a los poetas a no interferir tanto en el verso, es decir a no corregir demasiado a no asustarse ante la simpleza de un verso, según Mistral esto refleja la madurez de un gran hombre y que su sencillez era el lujo que se daba una personalidad llena de recursos, de giros idiomáticos, y de un rico vocabulario español, Martí goza, así, de un estilo claro y transparente, nutrido de coherencia y eficacia.

En sus versos Martí hace una autobiografía con una relación real entre ella y lo que efectivamente vivió, en sus poemas da datos de su experiencia e incluso nos da la posibilidad de adquirir información extra, también conservan altos y bajos, una intensidad fluctuante, sin embargo no se resquebraja o desune. Nos presenta cuarenta y seis poemas homogéneos en la forma y en el contenido, pero parece ser que él no se ha dado cuenta de ello.

La preocupación por la métrica con relación al asunto se sustenta en su preocupación de que vayan acercándose al lector gradualmente, por la vista, al oído y desde ahí al sentimiento. La sencillez está en su pensamiento, aunque se trate de emociones tumultuosas, pues su alma la ha impreso en sus versos, proclamando su amplitud al identificarse con todas las artes y todos los lugares.

“Yo vengo de todas partes
Y hacia todas partes voy;
Arte soy entre las artes;
En los montes, monte soy.”

Se trata de un conjunto de afirmaciones de su propia experiencia interior, donde va apareciendo su identidad conectada con el cosmos en general, pero también revestida de una profunda espiritualidad. Mistral mira a Martí desde un enfoque ético y estético unidos, es decir que la belleza es igual al bien o que lo bello es bueno, y que el hombre puede siempre mejorarse a sí mismo, esta postura neoplatónica, que ha servido de base para la actividad de la propia ideología de Martí, también la comparte ella como poeta. Sin embargo, esta espiritualización no va alejada de lo popular sino que va ligada a ella, en la poesía martiana la interioridad y el populismo se nutren uno con otro.

En su poema La niña de Guatemala, Mistral no puede ocultar el desasosiego que le causa y no pude entender cómo Martí coloca un tema tan trágico con un tono de cancioncilla, pero la repuesta a sus interrogantes consiste en que este poema tiene una raíz en las canciones de pueblo y que ahí lo envía de regreso, como un cuento en verso. El poeta da vida a temas y formas antiguas puestas nuevamente en circulación y con un manejo notable del vocabulario y de la musicalidad se va acercando a una estética populista y sencilla, que tanta atención llamó en Gabriela Mistral y en otros seguidores.

La Libertad de Rubén Darío

En Rubén Darío existe una fuerte visión cosmopolita del mundo y se siente como parte de un enorme legado cultural universal, pero también autóctono, históricamente hablando, es el primer hispanoamericano que produce un cambio en la poesía, revoluciona los metros, en definitiva la renueva y la nutre de una expresión ilimitada de formas y contenidos, sobre todo, por su eclecticismo cosmopolita. Su idea es renovar aquella poesía superficial de la que se sintió rodeado, para crear su propia estética, aunque tenga que recurrir para esto a otros espacios y tiempos.

El papel de Rubén Darío como reformador de la poesía de los pueblos americanos y del mundo, ha sido notable. Cuando el modernismo estaba en florecimiento y era la expresión de protesta en las letras americanas, decepcionadas por la corrupción existente en la América independizada opuesta a la imitación al servicio de la literatura europea occidental. Pero el poeta, ante esto, se encierra en una torre de marfil, para no sentirse contagiado por el siglo en que le tocó nacer, él anhela aislarse de lo contemporáneo, rechazando la realidad centrada en el materialismo y en el culto a la riqueza.

“¡Torres de Dios! ¡Poetas!
¡Pararrayos celestes,
Que resistís las duras tempestades,
Como crestas escuetas,
Como picos agrestes,
Rompeolas de las eternidades!

La mágica Esperanza anuncia un día
En que sobre la roca de armonía
Expirará la pérfida sirena.
¡Esperad, esperemos todavía!”
[2]

La educación de Rubén Darío fue especialmente clásica, admiraba las tradiciones antiguas del mundo, de ahí su preocupación por las escenas míticas y las figuras mitológicas de otros tiempos. También fue fuertemente influenciado por los parnasianos y simbolistas de su tiempo, primero por el sentido de compartir una percepción visual y musical y, segundo, para buscar el significado oculto que hay detrás de todas las cosas, se trata de ver más allá de lo aparente y de buscar como Baudelaire un bosque de símbolos que deben ser interpretados. Todo esto se traduce en la utilización de una técnica especial, donde no son pocos los latinismos ni los neologismos ni tampoco los términos griegos.

Su arte tiene un ritmo que da una gran importancia al sonido, el poema en Darío es música y muchos dicen que su obra tiene una sensibilidad sonora, ( Paul Verlaine habla de que la música es antes de cualquier cosa.) también es posible encontrar referencias a rasgos cromáticos y plásticos. En Azul encontramos rasgos de parnasianismo donde se destaca la belleza de las imágenes, en Prosas profanas aparecen rasgos parnasianos y simbolistas, mientras que en Cantos de vida y esperanza motivos propiamente simbólicos, quedando el parnasianismo en segundo lugar y donde exalta el problema de la muerte y la oposición de los valores hispánicos con los valores americanos.

Así Rubén Darío va a tomar de la estética antigua y europea lo que le parece más apropiado, para lograr su propia expresión artística. Utiliza los metros clásicos, por ejemplo en la escritura de sus sonetos utiliza catorce sílabas, cambia las leyes de los acentos, y en general utiliza arcaísmos, palabras desconocidas adquieren familiaridad, Darío no olvida tampoco los hexámetros griegos con un ritmo más largo y difícil, ni los versos de nueve ni de trece sílabas, también manifiesta un especial interés por la obra de Gonzalo de Berceo y su alejandrino.

“(…)
La Tierra está preñada de dolor tan profundo
Que el soñador, imperial meditabundo,
Sufre con las angustias del corazón del mundo.

Verdugos de ideales afligieron la Tierra,
En un pozo de sombra la Humanidad se encierra
Con los rudos molosos del odio y de la guerra.

¡Oh, Señor Jesucristo! ¿Por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas?”
(op. cit. Pág.53)

Efectivamente, Rubén Darío es un innovador en la técnica, pues se va emancipando de las reglas fijas de la métrica, se evade de la censura, que las formas imponen, y se inclina por los acentos tónicos, los hemistiquios obligados, la musicalidad y la fluidez de las palabras, liberándose de la estética tradicional, presentando una nueva lectura de las formas instauradas. En sus temas abundan las descripciones oníricas e irreales, cultiva un idealismo puro, donde se encuentra presente también la legendaria y sensual América.

Su importancia radica en ser el primer hispanoamericano que produce una renovación en la poesía castellana, él renueva la herencia literaria que más admiró. Darío es un hispanoamericano que quiere tener en su mano la cultura y la amplitud europea y a partir de esto es posible considerarlo como un ecléctico cosmopolita.
Algunas palabras típicas de Darío son: Olímpico, unicornio, lilial, bicorne, liróforo (el que canta con una lira, es decir poeta), ánfora, náyade, ninfa, etc. ellas hablan de un espíritu que busca actualizar lo olvidado o recurrir a términos menos usados. Todas las palabras nos sugieren a Grecia y a Roma, pues le parecen intensas, sabias, pero también paganas.
El auge de Estados Unidos como potencia causó una inmensa preocupación en Darío, Martí, Mistral, Neruda y en todos los poetas incluso los más desinteresados. Estados Unidos es visto desde América hispana como una amenaza a los valores americanos propios, centrando como ídolo del día el materialismo y el culto a la riqueza (poema A Teodor Roosevelt), de aquí nace un profundo, pero intenso interés por sacar a la luz los valores heredados por su propia sangre indígena, exclamando que América sueña, es patria de poetas, hija del sol y cede del amor, que su América es la de Uxmal y Palenque, la que vive una religión y una lengua, defendiendo el derecho de América Latina de tener una autonomía social, política y cultural.

“(…)
Vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
La América del grande Moctezuma, del Inca,
La América Fragrante de Cristóbal Colón,
La América Católica, La América española,
La América en que dijo el noble Guatemoc:
“Yo no estoy en un lecho de rosas”; esa América
Que tiembla de huracanes y que vive de Amor;
Hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado: ¡Vive la América Española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser por Dios mismo,
El Riflero terrible y el fuerte Cazador,
Para poder tenernos en vuestras férreas garras.”
( A Roosevelt op. cit. P. 47)

En Darío se aprecia una eterna búsqueda por resolver las contradicciones entre la vida y el arte, siempre fue un amante de América y de su tradición mítica precolombina, pero también se identificó con la cultura europea, su identidad se encuentra conectada con su sangre y espíritu a América, pero en su cabeza está la riqueza intelectual del mundo. El mira más allá de sus propias fronteras y de su propio tiempo y no duda en alzar la voz si algo se presenta como amenazador. Con su enorme ingenio y eclecticismo cosmopolita fue creando una original expresión, nutrida por una amplia gama de recursos estilísticos producto del mestizaje cultural que revela un Rubén Darío regional, pero a la vez universal.

La libertad de José Hernández

José Hernández expresa su libertad en un personaje Martín Fierro
[3], quien cuenta su historia con un monólogo en verso tomado de los romances españoles, sin embargo, es preciso considerar que Hernández no era un gaucho, pero sí tenía la intención de ejercer una defensa hacia este sector y rescatarlo de la poca valoración que tenía, otorgándole una voz, para expresar su descontento ante la crueldad que el mundo les enseñaba. Ahora, lo interesante es observar cómo va a expresar el artista su propósito, cuál es el contexto y de qué manera lo hará.
En el sistema literario argentino hay un conjunto de obras que se agrupan bajo el nombre genérico de "gauchesco". Término que supone una amplia variedad de clasificaciones en el ámbito del lenguaje utilizado, los temas en que se centra, los motivos que intenta revelar y, en fin el tipo de autor de que se trata.
El centro de esta literatura será de un profundo nacionalismo y de una intensa búsqueda por lo autóctono y los valores patrios. Sus orígenes se remontan al último tercio de siglo XVIII, tiempo en que aparece una composición titulada Canta un guaso en estilo campestre los triunfos del excelentísimo señor don Pedro de Cevallos, obra atribuida a don Baltazar Maziel, quien destacaba los éxitos militares que obtuvo el primer virrey del Río de la Plata cuando luchó contra los portugueses en la región que corresponde al actual Uruguay.
Sobre el término "gaucho" hay muchos estudiosos que han ofrecido definiciones o posturas de orden etimológico, pero aún no se han conseguido precisiones estables. Se cree que podría tener bases indígenas, latinas, francesas, hasta portuguesas, pero, por el momento esto no nos interesa. Aunque, podríamos convenir que este vocablo proviene de la misma palabra india de la cual deriva en el chileno "huaso", o de la palabra "gauderio", que en El lazarillo de ciegos caminantes designa a los hombres que viven y conocen del campo.
El gaucho es un ser producto del fuerte mestizaje, de un lugar geográfico determinado y de unas formas de vida que lo distinguen de otros sectores. Los primeros autores centrados en esta figura fueron Esteban Echeverría, Juan María Gutiérrez, que prepararon el camino del más destacado autor de poesía gauchesca, José Hernández.
Aunque, no se debe considerar este subgénero como una depurada imitación culta de la lírica popular sino como un proceso diferente. Estos gauchos payadores son cantores ambulantes, que más que entonar canciones líricas cultivarán, sin duda otras formas poéticas mucho más amplias, como la narración de sucesos en versos mediante una prolongada improvisación ingeniosa, la cual tenía como común denominador un duelo entre cantores, acto que aparece notablemente descrito en Martín Fierro cuando Fierro compite con Moreno. Van los payadores alternando estrofas que acaban obligando al contrincante a dar una respuesta, ya sea como un acertijo o como un "pié forzado". Sin embargo, hay otro tipo de improvisación sin rivalidad, y es cuando el poeta finge inventar en el momento los versos ante alguna celebración. En general el género gauchesco es una dramatización en verso de la vida de los sectores rurales.

Los gauchos son aquellos hombres pobres reclutados obligadamente para pelear por la independencia, pero que quedaron más pobres, se trata de un sector desposeído, marginado y marginado, que siente el peso de la diferencia social y económica. Esto se instaura como material literario, que rescata al gaucho de esa situación desmedrada culturalmente y reconoce el valor de un personaje cuya voz se sustenta con las armas. El "yo" lírico declara los excesos y defectos de la realidad.
El gaucho es un personaje desarraigado de orden establecido, que ha perdido su paraíso y sufre al seguir siendo un errante en los terrenos de la miseria sin evadir tampoco las instancias de descargar dicha angustia, como lo hace en las riñas.

"Tal vez en el corazón
lo tocó un santo bendito
a un gaucho que pegó el grito,
y dijo: "Cruz no consiente"
que se cometa el delito
"de matar ansí un valiente."

Y ay no más se me aparió,
dentrándole a la partida,
yo les hice otra envestida
pues entre dos era robo;
y el Cruz era como lobo
que defiende su guarida."
(op. cit. pág. 153)

La violencia y la angustia transforman a su personaje en un héroe y todos los textos, en este sentido van a unificar una postura personal ideológica con estructuras de orden literario. También, es preciso considerar que en Martín Fierro nos encontramos con un autor culto que busca lo popular, y emplea, para esto el romance como metro, también se utilizará la rima octosilábica y el uso casi continuado del diálogo, se presenta, como dijimos en forma de canciones o payas que surgen con sencillez y espontaneidad. Generalmente, la poesía gauchesca eleva a sus cantores a la categoría de máxima expresión de los valores autóctonos y patrios.

Así se presentan estos motivos de libertad en estos pilares poéticos de la literatura criolla, bosquejados no sólo en los temas sino también en las formas. La presencia de lo foráneo se integra y se une a lo americano auténtico y a partir de esto crean nuevos horizontes, integran, como dijimos, un sistema cosmopolita de signos nutridos por distintas vertientes que confluyen en una literatura, que va soltando las amarras del pasado y se proyecta con una mestiza autenticidad.

Desafío: Elegir un autor
Al intentar elegir un autor en especial me he encontrado con una gran encrucijada. Pues, a Sor Juana la valoro por su audacia, por su sinceridad e ingenio, pero por sobre todo por ser mujer y escribir como mujer una historia que, hasta ese momento, sólo había sido escrita por hombres, a José Martí por su estilo tan sencillo y transparente, aunque nunca falto de profundidad, al contrario, manifestando aquella claridad y simpleza que sólo los grandes hombres poseen, a José Hernández por Martín Fierro y por dar voz a los que no tienen voz, por hacerse parte de un sentir y un pensar excluido de las altas esferas. Entonces, me queda Rubén Darío y aquí me detengo, no porque haya sido el primer poeta (hombre) criollo que triunfó en España, sino porque su figura ha provocado una ruptura con la estética tradicional, con su especial eclecticismo cosmopólita ha sido capaz de captar y dar sentido a toda la cultura de que se siente heredero y no me refiero sólo a la cultura española o precolombina, sino también a la griega, la latina, incorporando elementos del rococó francés, del parnasianismo y del simbolismo. El eclecticismo que no sólo es posible encontrar en la forma sino también en los temas y en el contenido.
Darío, en su torre de marfil, es un gran “laboratorista”, si esa pudiera ser la palabra, pues toma lo que le parece adecuado y justo para su creación, logrando dar vida a aquella conjunción de elementos dispares, diríamos: “es un gran genio literario”, que se manifiesta en una necesidad expresiva vital. Se trata de un mestizo de sangre y espíritu, y esa condición que en ocasiones no era aceptada en los cánones tradicionales de la época.
En ocasiones se le tilda de neopagano al sentir nostalgia y al alabar la Grecia antigua con sus dioses, musas y vocablos, sin olvidar aquella sensualidad que le atrae de gran manera. Porque, para Darío ser poeta es ser también sensual.
Claro, como todo gran escritor, tuvo sus detractores, entre los cuales puedo mencionar a Unamuno quien le critica por ser, a su entendimiento, tan poco castizo y por se afrancesado. Pero, así como tuvo algún detractor, tuvo también grandes seguidores y admiradores como Juan Ramón Jimenes, Neruda, García Lorca y Mistral.
En cuanto a los aporte formales, Darío, resucitó metros desusados, incluso no hispánicos como el yámbico griego. Observemos la musicalidad de una parte de su obra Marcha Triunfal.

Marcha Triunfal

“¡Ya viene el cortejo!
¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines.
¡La espada se anuncia con vivo reflejo;
Ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines!

Ya pasa debajo los arcos ornados de blancas Minervas y Martes,
Los arcos triunfales en donde las Famas erigen sus largas trompetas,
La gloria solemne de los estandartes
Llevados por manos robustas de heroicos atletas,
Se escucha el ruído que forman las armas de los caballeros,
Los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra,
Los cascos que hieren la tierra,
Y los timbaleros
Que el paso acompasan con ritmos marciales”. (op. cit. P. 62)

Estos versos tan virtuosos y auditivos significaron una gran innovación para la época, es como si se escucharan efectivamente las tropas de los caballeros y se pudieran observar los cascos de guerra. Lo mismo ocurre con su especial uso del alejandrino o verso de catorce sílabas que nos recuerdan a Gonzalo de Berceo. A mi parecer es esta disposición siempre despierta de Darío ante todo lo que lo rodea es lo que más le distingue, pues con su ritmo y el léxico de su prosa no sólo actualiza lo más exquisito de la antigüedad sino que le da nueva vida a todo el entorno que lo vio nacer.
El gusto por lo cosmopólita y su eclecticismo hacen de Darío una interesante fuente de innovación artística. Rubén Darío innova en la técnica, se emancipa de las reglas fijas de la métrica, se evade de la censura, que las formas imponen, y se inclina por la musicalidad y la fluidez de las palabras, liberándose de la estética tradicional, presentando una nueva lectura de las formas instauradas.
Sin duda Darío prefirió la evasión en su Torre de Marfil, porque no se sentía a gusto en la época que le tocó nacer, refugiándose en las imágenes exótica que llegaban a su mente, en el imaginario de un mundo de belleza ideal y absoluta poblada de cisnes y damas dieciochescas, pero sería injusto hablar de un simple escapismo psicológico, pues no se mantuvo ajeno al nacimiento de la supremacía del poder material representado en Estados Unidos y, sin dudarlo, levantó su voz al ver la amenaza que significaba para los abatidos pueblos americanos.

"¡Oh, Señor Jesucristo! ¿Por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas?”
(op. cit. Pág.53)

De Darío nace una profunda e intensa preocupación por sacar a la luz los valores heredados de su propia sangre indígena, exclamando siempre que esta Tierra es la América que sueña, que es patria de poetas, hija del sol y cede del amor(idea expuesta en la respuesta anterior), la que vive una religión y una lengua, defendiendo el derecho de América Latina de tener una autonomía social, política y cultural.
Todo esto y más hace de Darío el inolvidable laboratorista de las formas y los contenidos, que goza de una gran libertad en muchos ámbitos y lo que en última instancia logra la trascendencia no sólo de su propia obra sino de su ingenio, de su disposición vital, que es lo que en resumidas cuentas lo que va quedando y lo que no se sumerge en la oscuridad de los tiempos.

"Yo soy aquel que ayer no más decía.
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.

El dueño fuí de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas, el dueño
de góndolas y liras en los lagos;

Y muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopólita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinita".
(op. cit. pág. 18).
[1] Juana Inés de la Cruz, Sor Poesía, Teatro y Prosa (Edición de Antonio Castro Leal). México: Porrúa S.A. ,1993
[2] Darío, Rubén Cantos de Vida y Esperanza, los cisnes y otros poemas. Casa Editorial Maucii, Barcelona.
[3] Hernández, José; Martín Fierro Textos hispánicos modernos, Editorial Labor, Barcelona, 1972.

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