jueves, 13 de agosto de 2009

El Misterio de Adán (Obra siglo XII)



En la obra de teatro El Misterio de Adán se nos revela toda una cosmovisión y un sentir del hombre del medioevo en el mundo, así como su relación con la divinidad ¿De qué manera esto se hace patente en la obra?.
En una primera instancia es preciso considerar que en esta obra del siglo XII descansa un profundo sentimiento religioso, pero el tema o asunto ya no aparece centrado en el amor o en hechos heroicos de antiguos cruzados, sino en una representación del principal drama del hombre cristiano que está vinculado con el Pecado y la Redención.
El Misterio de Adán es una obra dramática que se sumerge al interior de la religión y nos revela un sentir y un pensar propio de una época en que surge una preocupación del hombre por encontrar un sentido de trascendencia y de poder superar los límites que la materia impone a aquellos que desean encontrar una vida más ascética y más acorde con la ética cristiana. En este sentido, la tradición hebraica antiguo testamentaria no sólo guarda una importancia en el libro del génesis o en los profetas, sino que ejerce también una influencia directa sobre ciertas concepciones de cristiandad y del Imperio durante la Edad Media.
Dios, como lo expresa la Sagrada Escritura, condena a toda la humanidad por la traición y la desobediencia de Adán y Eva, lo que va a generar un absoluto desprecio de parte de generaciones posteriores, hacia los temibles afanes del hombre. “Querer ser como dios” el tema de la soberbia de Caín y el fratricidio contra Abel. En la Edad Media este episodio de la vida del hombre sobre la tierra, no era sólo un tema sacro, que meramente se usaba para ser expuesto en los actos litúrgicos, sino que significaba la adquisición de una conciencia del hombre, es decir, de la evolución espiritual del hombre que comprende y conoce que cada acto que se cometa va a generar en un momento dado consecuencias. Ahora, la forma en que se va a expresar este sentir va a ser de una manera distinta, pues no estamos hablando de épica o de lírica, sino de una forma distinta, el Teatro cuya función esencial es la de apelar hacia un público de manera indirecta, mediante el diálogo entre personajes. Sin duda, una estrategia moralizante y aleccionadora que impulsa y guía a los hombres a recordar el poder de Dios y los peligros a los que se expone quien quiera intentar superar su Poder.

“Diablo: Ahora quiero descubrirte el gran engaño de que sois víctimas en este jardín. Los frutos que Dios os ha dado no tienen ningún valor, en cambio el que os ha prohibido tiene gran virtud, en él está la gracia de la vida, de todo poder y de todo señorío, de toda ciencia y del bien y el mal.”( Guglielmi, Nilda, El Teatro Medieval, Pág. 124).

En las instituciones de la sociedad medieval (Iglesia, Imperio, Feudo) todo poder proviene de Dios y de Él viene el principio de todo poder. En efecto, según el derecho de naturaleza, el hombre mismo carece de autoridad sobre otro hombre. Estas dos premisas son de un profundo peso en los dos primeros actos de la obra. El primer acto nos revela a Dios, el Edén, Adán, Eva, el diablo, El Pecado, La condena y expulsión del paraíso. El segundo acto, otro episodio que toma otra traición del hombre hacia su Señor, Caín que mata por celos a su hermano Abel. El tercer acto y final aparecen los antiguos profetas hebreos que hablan de la venida del Hijo de Dios, Cristo, que limpiará con su propia sangre a todos los hombres de sus pecados.
Posiblemente en la obra de San Agustín (354- 430) La ciudad de Dios aparecería una imagen análoga de lo que se pretende mostrar en la obra de Teatro. San Agustín nos muestra la imagen de dos ciudades: una ciudad terrena: Caín, simbolizada por el amor propio hasta menospreciar a Dios y una ciudad celestial: Abel, el amor a Dios hasta llegar al desprecio de sí mismo, ideal que descansaba en Jerusalén antes de la llegada de Cristo. Ambas ciudades han existido siempre, una al lado de otra, pero sólo Dios puede reconocer la ciudad a la que cada cual pertenece en realidad, ya que la mirada del hombre no basta para discernirlo. El Misterio de Adán nos presenta dos instancias en que el hombre ha incurrido en pecado, en error (ciudad terrenal), pero a la vez nos muestra la otra cara la de los profetas (ciudad de Dios), que revelan la posibilidad que hay en Cristo de que la humanidad se libere del peso de sus errores contra la Providencia. Los profetas hebreos anuncian la venida del Salvador.
La relación del hombre con la divinidad es la de un ser frente a un Dios omnipotente, con un fuerte carácter inquisidor. El hombre se encuentra indefenso ante un Dios que todo lo sabe y que todo lo puede. Esto es relevante porque esa visión es muy distinta de la actual visión de Dios, un Dios de reconciliación. Las obras se destacan por el carácter didáctico y moralizante, donde el gesto de “hacer imágenes” sobre lo abstracto conduce a la masificación de los principios evangelizadores. En este sentido, vemos una simpleza y literalidad en la obra que nos ayuda a pensar que su llegada debe ser a todo tipo de público y no sólo a la gente más culta.

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